Conoce a Marta Angélica Mercado, designada Procuradora de las mujeres
Reportaje en Por Dentro de El Nuevo Día,
13 de mayo de 2008
Por Cynthia López Cabán / End.cynthia.lopez@elnuevodia.com
Fotografía por Ricardo ArduengoA los 15 años, Marta Angélica Mercado Sierra comenzó a luchar contra la injusticia, un proyecto de vida que continúa con pasión ahora como designada procuradora de las mujeres.
Cursaba el décimo grado en el Colegio Santiago Apóstol de Fajardo cuando confrontó a un maestro que aseguraba que en la escuela sólo estudiaba “la crema” de este pueblo.
“No se trataba de si allí estudiaba o no ‘la crema’ de Fajardo. Es que ya yo iba entendiendo como se desvalorizaba a unos seres humanos sobre otros seres humanos. Por eso protesté”, relata Mercado sobre esos primeros momentos que cincelaron su talante combativo.
Esa acción también dirigió el camino de esta mujer que se destacó como una líder estudiantil firme y solidaria. Partidaria de las causas justas y objetora de conciencia de la inequidad y el discrimen, aún cuando sus posturas exigían sacrificio.
Mujer de trato afable y sonrisa vivaracha, la futura procuradora observó este carácter cuando recibió varios deméritos y una suspensión por defender un reclamo para que se tratara a todos los compañeros de clase forma igual.
La amonestación la obligó a renunciar al cargo de vice presidenta de la Sociedad de Honor, uno de varios puestos que ocupó en diversas organizaciones estudiantiles.
Esta mujer de 35 años, atracó en este mundo en Fajardo, donde su madre Marta, y su padre procrearon tres hijas antes de partir por rumbos separados. Tenía cinco años cuando sus padres se separaron.
Apasionada de René Marquéz en sus años mozos, vivió parte de su niñez en la casa de su abuela, doña Dominga Rosa Ortiz, la mamá de crianza de su progenitora. Creció en un proyecto de vivienda pública rodeada de su abuela, su mamá y su titi Marisa, las primeras mujeres que marcaron su vida.
“Me crié en una familia matriarcal”, puntualiza sobre las raíces de su tenacidad.
Casi no conoció a su padre. “No tengo una relación con mi papá, pero no me hace falta”, comenta sin ofrecer su nombre.
Desde pequeña soñó con estudiar y con servir a su país. Estudió sus primeros grados en el Colegio Santiago Apóstol con una beca que recibió porque su abuela trabajaba en el lugar como encargada de mantenimiento. Tenía ocho años cuando su madre, una enfermera práctica, emigró a Dallas, Texas, en busca de una mejor vida para su prole.
La separación de su Isla confirmó su ganas de trabajar al servicio de los suyos. Además la enfrentó al racismo.
“Texas es un estado de mucho discrimen, así que se permea en todos los espacios que uno socializa allí”, sostiene sobre esos años en los que maquinó una razón para regresar a su terruño.
“Nunca me sentí cómoda en Estados Unidos. No sentí que pertenecía”, agrega.
La oportunidad esperada surgió cuando falleció su abuelo. La espigada adolescente de 14 años convenció a su mamá de que debía regresar a guardarle compañía a su abuela. Regresó a su Isla y al antiguo colegio convertida en una joven madura con una voz propia.
Luego, plantó pie en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Humacao, una experiencia que describe como “transformadora”. Aquí leyó “La división sexual en el trabajo”, una lectura básica que cambió su vida y que la expuso al pensamiento feminista, ideología que permea todo su trabajo.
“Esa lectura despertó mi inquietud sobre cuales son los roles y las expectativas sociales que asignan a las mujeres y a los hombres”, explica con entusiasmo.
En esa búsqueda de conocimiento, completó una maestría en trabajo social y administración pública del Recinto de Río Piedras. Ahora se prepara para exámenes de grado y la disertación doctoral.
A estos roles, se suman sus papeles de madre y esposa. Comparte su vida con el arquitecto Omar Reyes Fernández. La pareja tiene un retoño de un año y medio llamado Diego.
Llevar todos estos sombreros no es fácil, pero la designada procuradora cuenta con el apoyo de su familia extendida y de su esposo Omar. Sobre sus hombros recae la mayor parte de las obligaciones en el hogar y la crianza de Diego.
A pesar de su cargada agenda, todavía saca tiempo para leer y para compartir con su familia.
“Estoy leyendo ‘El valor de elegir’ de Fernando Savater y a mi hijo le estoy leyendo ‘El coquí que quería ser sapo’ de Sunshine”, suelta entre risas.
Eso sí, el trabajo le robó el tiempo para escuchar música. Ahora sólo escucha noticias, aunque de joven prefería a Ednita, Vico C y la canciones de protesta de Mercedes Sosa y Joan Manuel Serrat, entre otros.
Muchas mujeres matizaron su pensamiento. Entre ellas las feministas Ana Irma Rivera Lassén, la pasada procuradora, María Dolores Fernós, Luisa Seijo, las mujeres de un proyecto de violencia doméstica en Utuado y Adjuntas, así como Rosa Parks, la mujer negra que inició el movimiento de derechos civiles al negarse a dejarle su asiento en una guagua a una persona blanca.
La mujer que se describe un “alma vieja” -quizá porque creció entre adultos o porque tuvo que ayudar en la crianza de sus hermanas menores- no cree en la pena de muerte. Favorece el derecho de la mujer en decidir sobre su cuerpo y respalda la entrega de anticonceptivos a jóvenes con “su debida educación sexual”.
También está clara en su misión: “seguir luchando por el bienestar y la calidad de vida de las mujeres”.
Cursaba el décimo grado en el Colegio Santiago Apóstol de Fajardo cuando confrontó a un maestro que aseguraba que en la escuela sólo estudiaba “la crema” de este pueblo.
“No se trataba de si allí estudiaba o no ‘la crema’ de Fajardo. Es que ya yo iba entendiendo como se desvalorizaba a unos seres humanos sobre otros seres humanos. Por eso protesté”, relata Mercado sobre esos primeros momentos que cincelaron su talante combativo.
Esa acción también dirigió el camino de esta mujer que se destacó como una líder estudiantil firme y solidaria. Partidaria de las causas justas y objetora de conciencia de la inequidad y el discrimen, aún cuando sus posturas exigían sacrificio.
Mujer de trato afable y sonrisa vivaracha, la futura procuradora observó este carácter cuando recibió varios deméritos y una suspensión por defender un reclamo para que se tratara a todos los compañeros de clase forma igual.
La amonestación la obligó a renunciar al cargo de vice presidenta de la Sociedad de Honor, uno de varios puestos que ocupó en diversas organizaciones estudiantiles.
Esta mujer de 35 años, atracó en este mundo en Fajardo, donde su madre Marta, y su padre procrearon tres hijas antes de partir por rumbos separados. Tenía cinco años cuando sus padres se separaron.
Apasionada de René Marquéz en sus años mozos, vivió parte de su niñez en la casa de su abuela, doña Dominga Rosa Ortiz, la mamá de crianza de su progenitora. Creció en un proyecto de vivienda pública rodeada de su abuela, su mamá y su titi Marisa, las primeras mujeres que marcaron su vida.
“Me crié en una familia matriarcal”, puntualiza sobre las raíces de su tenacidad.
Casi no conoció a su padre. “No tengo una relación con mi papá, pero no me hace falta”, comenta sin ofrecer su nombre.
Desde pequeña soñó con estudiar y con servir a su país. Estudió sus primeros grados en el Colegio Santiago Apóstol con una beca que recibió porque su abuela trabajaba en el lugar como encargada de mantenimiento. Tenía ocho años cuando su madre, una enfermera práctica, emigró a Dallas, Texas, en busca de una mejor vida para su prole.
La separación de su Isla confirmó su ganas de trabajar al servicio de los suyos. Además la enfrentó al racismo.
“Texas es un estado de mucho discrimen, así que se permea en todos los espacios que uno socializa allí”, sostiene sobre esos años en los que maquinó una razón para regresar a su terruño.
“Nunca me sentí cómoda en Estados Unidos. No sentí que pertenecía”, agrega.
La oportunidad esperada surgió cuando falleció su abuelo. La espigada adolescente de 14 años convenció a su mamá de que debía regresar a guardarle compañía a su abuela. Regresó a su Isla y al antiguo colegio convertida en una joven madura con una voz propia.
Luego, plantó pie en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Humacao, una experiencia que describe como “transformadora”. Aquí leyó “La división sexual en el trabajo”, una lectura básica que cambió su vida y que la expuso al pensamiento feminista, ideología que permea todo su trabajo.
“Esa lectura despertó mi inquietud sobre cuales son los roles y las expectativas sociales que asignan a las mujeres y a los hombres”, explica con entusiasmo.
En esa búsqueda de conocimiento, completó una maestría en trabajo social y administración pública del Recinto de Río Piedras. Ahora se prepara para exámenes de grado y la disertación doctoral.
A estos roles, se suman sus papeles de madre y esposa. Comparte su vida con el arquitecto Omar Reyes Fernández. La pareja tiene un retoño de un año y medio llamado Diego.
Llevar todos estos sombreros no es fácil, pero la designada procuradora cuenta con el apoyo de su familia extendida y de su esposo Omar. Sobre sus hombros recae la mayor parte de las obligaciones en el hogar y la crianza de Diego.
A pesar de su cargada agenda, todavía saca tiempo para leer y para compartir con su familia.
“Estoy leyendo ‘El valor de elegir’ de Fernando Savater y a mi hijo le estoy leyendo ‘El coquí que quería ser sapo’ de Sunshine”, suelta entre risas.
Eso sí, el trabajo le robó el tiempo para escuchar música. Ahora sólo escucha noticias, aunque de joven prefería a Ednita, Vico C y la canciones de protesta de Mercedes Sosa y Joan Manuel Serrat, entre otros.
Muchas mujeres matizaron su pensamiento. Entre ellas las feministas Ana Irma Rivera Lassén, la pasada procuradora, María Dolores Fernós, Luisa Seijo, las mujeres de un proyecto de violencia doméstica en Utuado y Adjuntas, así como Rosa Parks, la mujer negra que inició el movimiento de derechos civiles al negarse a dejarle su asiento en una guagua a una persona blanca.
La mujer que se describe un “alma vieja” -quizá porque creció entre adultos o porque tuvo que ayudar en la crianza de sus hermanas menores- no cree en la pena de muerte. Favorece el derecho de la mujer en decidir sobre su cuerpo y respalda la entrega de anticonceptivos a jóvenes con “su debida educación sexual”.
También está clara en su misión: “seguir luchando por el bienestar y la calidad de vida de las mujeres”.
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