jueves, 10 de abril de 2008

¿Pudo haber sido evitada la muerte de Aida Otero Cuevas?

Comentario en Hoy en Las Noticias
Radio Universidad de Puerto Rico/ 10 de abril de 2008
Por: Alana FeldmanCoordinadora General de Taller Salud

Escuche el Reportaje en http://www.radiouniversidad.pr/noticias/analisis/feldman-10-04-2008.html

Otra mujer muere a manos de su compañero. Esta vez sobre el pesaban varias querellas de violencia doméstica y varias solicitudes de órdenes de protección. Pero Aida Otero ya no tendrá que rogar por la protección de las autoridades porque su ex esposo la asesinó.

Los medios de comunicación nos informan que Aida Otero Cuevas fue ultimada el martes 8 de abril a consecuencia de una herida en el abdomen, pero no es justo decir que es la última de ocho mujeres que han sido ultimadas por violencia doméstica en lo que va del año. No han sido ultimadas ocho mujeres. Tenemos que ser claros en nuestro discurso. Ocho mujeres han sido asesinadas por sus parejas o ex parejas en lo que va de año. Decir que han sido ultimadas es demasiado pasivo. No muestra responsabilidad.No representa la indignación que sentimos y que debemos sentir como sociedad ante la violencia que confrontan nuestras mujeres a manos de aquellos y aquellas con los que alguna vez compartieron las esperanzas de un futuro. Decir que han sido ultimadas esconde la culpa, la acción, la ira. Esconde a la persona que tomó la decisión de juzgarse más poderosa, más merecedora o más valiosa que una mujer. No podemos perder la perspectiva o perdemos la capacidad de reconocer la necesidad de un cambio hacia la equidad de género.

Aida Otero Cuevas utilizó todos los recursos legales creados para la protección de las mujeres en Puerto Rico. A ella le falló el sistema judicial, el sistema legal, el sistema de orden público. Le fallaron los sistemas de seguridad y los protocolos interagenciales. Los sistemas no funcionaron porque están compuestos de individuos a los que nos cuesta identificar nuestra propia responsabilidad dentro de los patrones de violencia en nuestra sociedad. Ahora tenemos la tarea de cargar nuestra indignación de manera clara y dirigida, de expresarla y usarla como combustible de cambio dentro de nosotros y nosotras mismas. De nuestras familias, nuestros círculos sociales y profesionales para proteger, concienciar y apoderar a mujeres y a hombres que se encuentran desorientados dentro de éstos y muchos otros sistemas que hemos tenido que construir como parchos a nuestra falta de sensibilidad, empatía y solidaridad.

Nuestro deber hacia las ocho mujeres asesinadas por sus parejas en lo que va del año 2008, es ofrecer la certeza de que tomaremos acciones concertadas para que no vuelva a suceder. No en mi familia. No en ninguna otra. Es lo menos que le debemos a ellas y a las cientos de mujeres que hoy sienten la desesperanza de que también a ellas les podríamos fallar.

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