lunes, 1 de junio de 2009

DEBATES, TERGIVERSACIONES, IGNORANCIA

Por Profa. Margarita Mergal

Debatir es parte de la vida, a la mayoría de los humanos nos gusta el asunto. Los universitarios sabemos que sin debate no hay conocimiento posible, los verdaderos teólogos siempre han practicado las artes del debate. Desde los tiempos de Sócrates y probablemente mucho antes, debatir ha constituido una de las mejores formas de aprender. El asunto es que para aprender hay que saber debatir. Y como evidenció recientemente nuestro señor Secretario de Justicia, se puede tener educación formal, académica y sin embargo, no saber debatir. Es necesario mantener la compostura, para lo cual hay que tener gran respeto al otro, a las diferencias que nos llevan a debatir y entender que aprender es más importante que ganar. No se trata de un jugo de futbol. En segundo lugar, nunca ponerse a hablar de lo que uno no sabe, de lo que no se conoce al menos en alguna medida. Tercero, reconocer que nunca un debate puede ser fructífero si se basa en la tergiversación de lo que se argumenta. La cual puede ser de mala fe, para tratar de imponer una posición, pero también puede ser de buena fe, simplemente resultado de la falta de conocimiento. Por ello, para debatir como es debido hay que tratar de ser muy honesto consigo mismo, hay que estar bien preparado y conocer la materia sobre la cual se debate.

Voy a poner un ejemplo. Recientemente leí una opinión sobre el feminismo en un diario nacional. Supongo la buena fe de la persona que escribe pero tergiversa sus datos. En primer lugar desconoce la historia de los feminismos que no son dos como afirma sino múltiples hoy día. No se iniciaron con las democracias representativas sino bajo las monarquías, al menos en Europa de donde se trasladaron poco a poco a las américas. Habla del feminismo radical y no parece haber leído algunas de sus máximas exponentes como Shulamith Firestone. Por demás, la condición socio cultural de las mujeres va mucho más allá de los derechos de familia, o los sexuales y reproductivos. No conozco feminismos serios que postulen binariamente la maldad masculina y la bondad femenina pues las relaciones humanas, incluyendo las éticas, son harto más complejas. En esa vena el autor termina afirmando que la violencia de las mujeres desencandena la violencia contra ellas. Como siempre este tipo de tergiversaciones termina culpando a la víctima de su victimización. En realidad el asunto va mucho más allá de una cuestión de “culpas”. Que las mujeres también hemos internalizado los valores y prácticas del sistema patriarcal, que tenemos personalidades diversas ,pues claro que sí, como los hombres, pero culpables de nuestra propia muerte, pues no. Y ciertamente muchas trabajamos arduamente para construir sociedades más justas para todos como también lo hacen muchos hombres, antes y después de John Stuart Mill o Alejandro Tapia y Rivera.

Aconsejo antes de escribir sobre estos asuntos leer un poco de filosofía: las españolas Victoria Sau, Victoria Camps, Cecilia Amorós o Amelia Valcárcel, las francesas Luce Irrigaray, Julia Kristeva, la italiana Rosi Braidotti, los inescapables Michel Foucault y Thomas Laqueur, además de toda una pléyade de teólogas, (recomiendo a Elaine Pagels del Seminario Teológico de Princeton), historiadoras, musicólogas, sociólogas, psicólogas, biólogas, filósofas del arte, críticas de literatura, ecólogas de Asia, Europa y América cuyas obras pueden encontrarse con un breve esfuerzo cibernético. Sobre las puertorriqueñas también hay una extensa bibliografía. Hoy día el acceso a las bibliotecas y librerías no es tan difícil, lo que se necesita es querer y saber buscar, ni siquiera hay que viajar excepto virtualmente.

El tema me recuerda una reciente columna de mi queridísimo profesor José Arsenio Torres sobre “las resultas del sarango” (como estudiante y amiga mucho he aprendido con él sobre esto del debate). “Resultas” que según el profesor, pone en entredicho hoy el carácter democrático de nuestra sociedad y la legitimidad de nuestro gobierno. Concurro con su crítica y le pido permiso para añadir un elemento más entre los muchos que estoy segura que podríamos enumerar. Me refiero al aterrador y fulminante golpe que el gobierno le propina a la actividad cultural en nuestro país. A las artes en sus fases de producción como de exposición y representación, así también a la educación que nos conduce a su comprensión y disfrute. ¿Es que no basta con los servicios básicos ineficientes y a menudo inexistentes? No es un mero decir. Todas las semanas en mi barrio nos quedamos sin servicio de agua y a menudo de energía eléctrica. Hoy llevo dos días sin servicio de teléfono. ¿Anticipo de lo que nos espera con la famosa alianza, la privatización en modalidad de eufemismo?

En Barcelona se convocó este mes de mayo a un congreso mundial sobre economía y cultura en tiempos de crisis. De acuerdo con El País: “Hasta el Rey Juan Carlos aboga por un esfuerzo para estimular las industrias culturales europeas como instumento para contribuir a recuperar el crecimiento de la economía”. Ángeles González Sinde, la Ministra de Cultura española señaló que: “Tras la codicia de unos pocos, indigna, indecente e insostenible, nunca como ahora es tan necesario el encuentro de economía y cultura, porque ésta aporta beneficios materiales pero sobre todo inmateriales, como los valores y nos lleva a emprender, a innovar y a dialogar...No es una opción, es una emergencia”.

Esta relación entre las necesidades materiales y el conocimiento, gozo y placer que nos brindan las artes es tan antigua como la especie homo sapiens misma. Una de las terribles “resultas” de la falta de comprensión de ello por nuestros gobernantes es la continuada banalización de la vida y la violencia cotidiana. Más nos vale luchar contra este bárbaro ataque a la cultura y por ello a nuestra humanidad misma.

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