Shariana Ferrer Núñez
En nuestra cotidianidad
tiramos conceptos políticos para provocar discusiones. Independencia.
Soberanía. Autodeterminación. Libertad. Descolonización. Ansiamos el momento de
liberarnos de políticas impuestas, de los decretos asignados y de la
subordinación. Por eso es importante que hablemos de las políticas del cuerpo
partiendo de estos conceptos.
Desde una lectura
política, el aborto nos ilustra las reivindicaciones de las mujeres a decidir
sobre sus propios cuerpos. El aborto no es un fin en sí mismo, pero ciertamente
es una opción para aquellas mujeres que no desean ser madres. Y es que en el
contexto colonial de Puerto Rico, donde la colonialidad se manifiesta sobre los
cuerpos precarios, vulnerables y patologizados, la mujer es propiedad. Por eso,
desde los espacios feministas, nos reafirmamos descolonizadoras más allá de ser
independentistas. La Patria también nos impone ser madres.
Una mirada desde
adentro y hacia afuera
La legalidad del
aborto en Puerto Rico se logra gracias a la decisión del Tribunal Supremo de
Estados Unidos bajo la sentencia del caso Roe v. Wade en el 1973. Más adelante,
en 1980, el Tribunal Supremo de Puerto Rico emitió una sentencia de mayor
alcance para garantizar el derecho al aborto bajo el caso Pueblo v. Duarte. La
línea siempre ha sido que el aborto es un derecho que parte del reconocimiento
a la intimidad de la mujer y las decisiones que toma sobre su cuerpo. Esa
intimidad ha sido objeto de ataques que se han manifestado de diversas maneras
como atentados a las clínicas que practican abortos, persecuciones y hasta
asesinatos de mujeres que fueron a abortar y agresiones a profesionales de la
salud que realizaron abortos.
En el contexto
latinoamericano y caribeño, el aborto está totalmente prohibido en siete países
y en el resto, el mismo está condicionado. Por su ilegalidad, las mujeres
recurren a prácticas, en muchos casos, inseguras, porque las mujeres que no
quieren ser madres hacen lo posible por interrumpir su embarazo.
Lamentablemente, bajo este clandestinaje, son muchas las mujeres que encuentran
su propia muerte por el solo hecho de no querer continuar un embarazo. Y es que
está comprobado que en los países donde el aborto es ilegal las cifras de las
prácticas del mismo no se reducen, pero las muertes por prácticas inseguras e
insalubres sí.
Democracia, más
biopolítica de lo que aparenta
Aún con la
legalidad del aborto en Puerto Rico el mismo sigue tipificado como delito en el
Código Penal, es decir, una vez más, el cuerpo de las mujeres es tomado por
asalto. El mismo continúa siendo degradado por la sociedad patriarcal en la que
vivimos: un cuerpo carente de falo, epicentro de poder en una cultura machista;
un cuerpo que sangra, como signo de debilidad; un cuerpo enfermo, un embarazo.
Nuestra forma de
organización social le otorga el poder al colectivo, sin embargo, en las
reinterpretaciones de lo democrático dichas decisiones parten de una entidad
soberana. Precisamente, ese ser soberano es quien, únicamente, decide la vida y
muerte de sus subordinados y visto que todavía al aborto se le da la lectura de
ser la muerte intencional de una criatura por nacer, el mismo es criminalizado
por el soberano. Tomando la interpretación de la teórica feminista Rosi
Braidotti, las mujeres somos vistas como madres de una nación,monstruos por
las interpretaciones históricas y filosóficas que le han dado a nuestros
cuerpos en relación con su función biológica y máquinas partiendo
del vínculo material de
producción, nuestra razón de ser es instrumental. Las mujeres (y otros) que
transgredan estas interpretaciones son estigmatizados y perseguidos por no
asumir roles de género y retar el supuesto orden.
Lo que no es igual, es
eso, diferente
No es casualidad
que alrededor del 70% del liderato opuesto al derecho al aborto son, en efecto,
hombres. Ninguno de ellos quedará embarazado. Reconocer el derecho al aborto ha
arrastrado el dilema sobre la igualdad, ya que se le reconoce un derecho a un
sector de la población y el mismo no se le puede reconocer a toda la población.
Las mujeres somos las únicas que podemos abortar y eso, para nuestra sociedad
machista, representa un caos.
Otro hecho que
podemos observar es que mientras en Estados Unidos se “avanza” con el
reconocimiento del matrimonio entre parejas del mismo sexo, los derechos
reproductivos van en retroceso. Esto ocurre debido a que el discurso liberal
pretende igualarnos, no reconocer las diferencias. Se ha querido analizar la
historia sobre los derechos civiles de manera lineal, como la lucha por un todo
por parte de sectores oprimidos englobados: negros, mujeres, gays. Esta lectura
deja a un lado las intersecciones de la opresión, las dinámicas de poder al
interior de estos grupos e invisibilizan la continuidad de las luchas.
Mi cuerpo, territorio de derechos
No podemos hablar
de independencia, de soberanía, de autodeterminación, de libertad(es), ni de
descolonización de los pueblos sin reconocer, garantizar y despenalizar nuestro
propio derecho a decidir desde nuestro primer territorio, el cuerpo. Reconocer
el cuerpo como territorio de derechos y asumirse soberana del mismo resulta en
una compleja concepción descolonizadora. La solución podría
resultar más fácil de lo que aparenta. Ha sido expresado en consignas, ha sido
creada en la marcha, ha resistido como quienes luchan por la libertad.
Educación sexual para decidir. Anticonceptivos para no abortar. Aborto libre,
seguro y gratuito para no morir. En el retrato del colonizado, somos aquellas
despojadas de territorio, nos han robado el poder decisional sobre nuestro
futuro, de nuestra vida. Lo queremos de vuelta.
La
autora es estudiante de la UPR en Río Piedras y activista de los derechos
humanos.
*Publicado en
Claridad.com el 22 de septiembre de 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario